lunes, 26 de octubre de 2009

Preludio a las noches de brujas y muertos (termodinámica)

El Diario de la Termodinámica nos informa lo siguiente: "La mayoría de los objetos que absorben luz visible, la reemiten en forma de luz infrarroja. Así, aunque un objeto puede aparecer oscuro, es muy probable que sea brillante en una frecuencia que el ojo humano no puede detectar".
Ciertamente, este juego de fotones puede ser interpretado en todas las dimensiones, incluyendo existencias sombrías, como a veces pienso, es mi caso, y la de muchos otros que hacemos de la ausencia de luz uno de los fetiches predilectos.
Y no es que seamos ángeles caídos, proyectos fallidos, o cualquier otra existencia incompleta para tener devoción por las atmósferas frías y de penumbra, sino que, retomando lenguaje de la física, más bien pertenecemos a los "infrarrojos". 
En pocas palabras, aunque pienso que el 89 por ciento de lo que escribió Lacan es basura, utilizaré como referente uno de sus conceptos.
Tal vez en mi "Estadio del Espejo", en la etapa del descubrimiento del yo, lo que entonces discerní fue una partícula borrosa, situación que inspiró el curso de las cosas. 
No sé por qué puse el anterior ejemplo, pero no encuentro ninguna explicación científica congruente al caso.
Bueno, lo central aquí es que, recuerdo todos los días llevaba un cuaderno extra al kinder. Por supuesto, hablamos del jardín de niños más común y ordinario de toda la faz terrestre, en donde lo más relevante que sucedía era la llegada de un imitador de Cepillín el Día del Niño .
En aquella libretilla arrugada que guardaba en mi lonchera, y en lugar de poner atención a las explicaciones de la maestra sobre el correcto trazo en la plana 4675 de la letra "A" manuscrita, almacenaba un billón de universos, salidos de mis dibujos: toda clase de monstruos, fantasmas, frutas parlantes, naves interestelares, y uno que otro calcetín púrpura con manos de árbol.
Desde ese entonces, recuerdo una fascinación por las cuestiones de la noche, por lo extraño y ajeno al ámbito de los luminosos, por todo aquello para lo cual la mayoría cierra los ojos y evita pensar en ello, siendo ésta la máxima de las paradojas de quienes no quieren enfrentar la oscuridad. Aquellos trazos eran la construcción de mi mundo feliz.
Como a los seis años, vi en un programa de espectáculos de ECO (sí, el mismísimo e interminable "sistema de noticias", que era una especie de tortura para los que sufrían insomnio), a un comentarista que comentaba un corto en el que pasaban imágenes del grupo The Cure. 
No tengo más que una certeza de aquella memoria, pero que definitivamente llevaría a reafirmar mi admiración, no tan secreta, por los sonidos, imágenes y símbolos que tuvieran aspecto del más allá. Se trataba de Robert Smith, con una gabardina negra, en la presentación del disco Disintegration, en los Estados Unidos.
A la par de involucrarme desde ese entonces con la música de aquella mencionada banda, emergida del movimiento "post-punk" y "dark" británico, traté de ritualizar todo acto referente a lo que me pareciera misterioso.
Fue así como esperaba con un ansia desmedida los primeros días del mes de noviembre, para disfrazarme de vampiro y salir a las calles.
 No era tanto por las miserables monedas o dulces obtenidos del botin de "pedir calaverita", sino como para gozar de un par de días en los que todas mis fantasías emergidas de tinieblas parecían cobrar realidad. Mi imaginario se concretizaba, sintiendo los vientos fríos hundirse en mi rostro mientras observaba una sociedad que no hacía más que llevar las flores de cempasúchil al altar de los occisos, comer pan de muerto, y adornar sus hogares con un eclecticismo gringo-mexicano, en donde igual se encuentra a la esbelta y sonriente "Catrina", junto a la calabaza halloweenesca.  
Desde entonces nada ha cambiado, y aunque más grande y más tonto a la vez, sigo escuchando mis viejos discos con himnos de la noche,  visto de oscuro, adoro todo referente mortuorio, así como a los poetas y escritores "malditos". 
Ésto no es nada extraordinario, sólo es cuestión de saber un poco de termodinámica para comprender que en determinada perspectiva, todo puede ser luz u oscuridad, o en palabras de mi abuelita "todo depende del lugar en que te pares mijo". 












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