sábado, 24 de octubre de 2009

La felicidad de Fujiwara Sunshui

  Había una vez, hace no más de unas horas, un hombre nacido en  un arbusto de Kioto.
El personaje en cuestión tenía rostro de espejo. Si se levantaba con ganas de afirmar su belleza, acudía a la montaña, y entonces se miraba a través del agua. Si por el contrario, quería hacer una apología de su fealdad, acudía a las reuniones de la muchedumbre y pedía, justo en el centro de este monstruo social, un espejo para mirarse.
El hombre murió un día despejado de noviembre, con el rostro apuntando al cielo y sus nunca perpetuos colores.



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